Por el año de 978 el Conde Don Vela, con su hueste, acompañando al ejército de Orduan, lugarteniente del primer ministro de Hisem II, entró por tierras de Osma y San Esteban, con ímpetu arrollador, hasta que cerca de esta villa le derrotaron por completo las tropas aliadas del Conde Garci Fernández y del Rey Don Sancho de Navarra.
Referente a este hecho, cuenta la tradición, que el caballero Fernán Antolínez yendo en la mañana de Pascua a incorporarse en las huestes del Conde de Castilla Garci Fernández, oyó tocar a misa en el templo de Nuestra Señora del Ribero y entrando a oír el Santo sacrificio dejó el caballo amarrado a la puerta del atrio. Salió después de haber oído tres misas y al tomar el caballo y las armas para dirigirse al campamento le anunciaron se había realizado la batalla quedando victoriosas nuestras tropas.
Pensando que atribuirían a cobardía su tardanza quedó indeciso de presentarse al Conde... pero se resolvió a hacerlo, recibiendo la agradable sorpresa que el Conde le dio, al saludarle, con estas palabras: «¡Por ti hemos tenido feliz día, Pascual! ¡Vivas muchos añosl».
Desde entonces cambió su nombre haciéndose llamar ¡Pascual Vivas!, en memoria de este fausto acontecimiento. Según la Crónica General y el Romancero, mientras Fernán Antolínez permaneció en el templo del Ribero, asistiendo a la misa y pidiendo a Nuestra Señora su protección un mensajero divino, un ángel del cielo tomó la forma del piadoso caballero y esgrimiendo sus brillantes armas derribó al jefe de los infieles en el paso del Vado de Cascajar.El hecho sucedió, no en el Convento de Santa Olalla, según afirman algunos, porque desde él no se podía ver la pelea, como dice la Historia general, sino en el de Nuestra Señora del Ribero, que está encima del Vado.
Don Lorenzo de Sepúlveda inmortalizó este milagro, que hizo la Virgen del Ribero para librar de la afrenta al caballero Antolínez, componiendo un canto de gesta publicado en el Romancero.
Cuando murió Antolínez dejó encargado que lo enterrasen en el Templo de Nuestra Señora del Ribero. El epitafio del sepulcro dice así. "Aquí yace ¡Vivas Pascual! cuyas armas lidiaban oyendo misa...".